Nacionalismo racial y los Arios

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Traducción por A. Garrido.

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¿Quiénes fueron los Arios?

Los Arios fueron blancos nórdicos semi-nómades tal vez ubicados originalmente en las estepas del sur de Rusia y Asia Central, que hablaron la lengua madre de los diversos idiomas Indo-Europeos.

Latín, griego, hitita, sanscrito, francés, alemán, letón, inglés, español, ruso, etc., son todos idiomas Indo-Europeos. El Indo-Europeo, o más propiamente Proto-Indo-Europeo (PIE), es la perdida lengua ancestral de la cual finalmente derivan aquellos idiomas. El “Proto” indica que la gramática y vocabulario de este idioma hace mucho extinto, hablado probablemente hasta el 3000 AC, son una reconstrucción hipotética de filólogos modernos. Tal como las lenguas romances como el italiano y el español derivan del latín, así el latín deriva del PIE.

La filología Indo-Europea usó tradicionalmente “ario” tanto para denotar a un pueblo, entendido racial o étnicamente, como al propio grupo lingüístico (“lengua aria”), independiente de la raza o etnicidad del grupo que hablara sus diversas ramas. A comienzos de la derrota de la Alemania nacionalsocialista, el término cayó en general desuso académico en ambos sentidos, e “Indo-Europeo” (IE) se volvió la denominación preferida para el grupo lingüístico, “Indo-europeos” tanto para el pueblo que ocupó la original patria aria  como para sus descendientes, quienes gradualmente se expandieron a través de Europa, gran parte del subcontinente Indio, y partes de Medio Oriente.  Los nacionalistas raciales, por supuesto, no están obligados a adoptar el tímido léxico políticamente correcto de los eruditos contemporáneos, pero deberíamos ser concientes de la imprecisión de “ario” como clasificación racial o étnica.

Arya, significando “noble”, aparece en varios idiomas Indo-Europeos. Su forma plural (Aryas = “nobles”) fue probablemente el nombre que los arios usaron para describirse a sí mismos antes de su dispersión, y puede que sobreviva en Eire (Irlanda) y ciertamente en Irán (Airyanam vaejo = “reino de los arios”). El descubrimiento de miles de tales palabras afines en idiomas ampliamente separados, junto con estructuras gramaticales similares, llevó a los filólogos a concluir, a principios del Siglo XIX, que la mayoría de los idiomas europeos han evolucionado de un proto-lenguaje común hablado hace milenios por un pueblo diferente, que gradualmente dejó su patria original en una serie de migraciones, llevando su idioma con ellos.

Tradicionalmente el griego, latín y sánscrito fueron considerados los idiomas más cercanos al PIE, y mucho del reconstruido proto-lenguaje ario está basado en ellos. El lituano moderno, sin embargo, es el lenguaje vivo más arcaico, más cerca del idioma ario original que cualquier otro. Existe incluso un idioma IE, el tocario, comprobado en el Turquestán Chino, que indica que los arios debieron haber hecho aparición en el Lejano Oriente, una pieza de evidencia lingüística de larga data que ha sido recientemente confirmada por el descubrimiento de los restos físicos de una momia de pelo rubio en China [3].

Tal vez la más famosa prueba de la existencia prehistórica del PIE es la palabra rey: rex en latín, raja en sánscrito, ri en irlandés antiguo, junto a una multitud de otros afines. Todas son obviamente variantes de una palabra común para rey. Dado que ninguno de los pueblos que hablaron estos diversos idiomas estuvo en contacto físico entre sí durante el período histórico – i.e. en el tiempo en que los registros escritos existían – filólogos comparativos infirieron que sus respectivos idiomas debieron haber evolucionado de un único proto-lenguaje, que es la única manera de explicar la presencia de la misma palabra para “rey” entre pueblos tan dispersos. Los romanos claramente no tomaron prestado rex de los irlandeses o de los indo-arios; en cambio cada uno había heredado su propia palabra para “rey” de un lenguaje ancestral común.

Un modelo de migración Indo-Europea (aria). [4]

Un modelo de migración Indo-Europea (aria).

Los filólogos pueden también, por otra parte, concluir con seguridad que los arios deben haber tenido reyes antes de emigrar desde su patria original en el sur de Rusia. De hecho, un bastante detallado cuerpo de evidencia sobre organización política prehistórica aria, prácticas matrimoniales, y creencias religiosas pueden ser reconstruidas en base a la supervivencia del vocabulario común en los diversos lenguajes Indo-Europeos existentes: adoraban a un dios del cielo, trazaban la descendencia por línea paterna, criaban ganado, bebían hidromiel, utilizaron carros tirados por caballos (que probablemente inventaron) como armas de guerra, etc. Incluso el rojo, blanco y azul/verde que aparece en tantas banderas modernas puede tener un pedigrí ario. Probablemente es una supervivencia de la división social aria tripartita de sus comunidades en sacerdotes (blanco), guerreros (rojo), y pastores y agricultores (azul/verde).

Los arios, o más específicamente indo-arios, hacen su primera notable aparición en la historia alrededor del 2000-1500 AC como invasores del norte de la India. El sánscrito Rig Veda, una colección de textos religiosos aún venerada por los modernos hindúes, registra (a menudo de manera enigmática) su gradual subyugación de los habitantes de piel oscura, los dasyus: e.g. “Indra [=Thor nórdico, Taranis céltico] ha desgarrado las fortalezas de los Dasyus, que en su seno esconden a la gene negra. Él creó tierra y agua para Manu [=hombre ario]”; “más bajo que todo lo demás, has tú, Oh, Indra, arrojado a los dasyus, tribus abjectas de Dasas”; “después de matar a los Dasyus, deja que Indra con sus amigos blancos ganen la tierra, déjalos ganar el sol y el agua”; “Indra sometió al color Dasyu y los llevó a ocultarse”.

Con la rueda de carro que todo supera, O Indra,
Tú, muy famoso, has derrocado dos veces a diez reyes…
Vas de lucha en lucha, intrépidamente,
Destruyendo castillo tras castillo aquí con fuerza (RV 1.53).

Lo arios fueron notablemente expansionistas, y en casi todos los lugares a los que fueron conquistaron y subyugaron a los pueblos indígenas, imponiendo sus idiomas, (en diversos grados) sus creencias religiosas a los nativos, y recibiendo a su vez contribuciones de los pueblos a los que conquistaron. Las invasiones arias – o más precisamente una larga secuencia de diferentes invasiones de hablantes de idiomas Indo-Europeos – barrieron a lo largo de la Vieja Europa comenzando ya en el cuarto milenio AC, y con el tiempo los conquistadores y los conquistados se fundieron en pueblos específicos con idiomas distintivos. La mayoría de los habitantes contemporáneos de Europa, junto con sus respectivas culturas nacionales tempranas, son el resultado de la interacción entre sucesivas oleadas de invasores arios y la cultura del específico pueblo blanco al que conquistaron y con que más tarde se mezclaron, y como resultado, casi todos los idiomas europeos son miembros de la rama Occidental del árbol genealógico IE.

La diosa serpiente Minoana, del Palacio de Knossos, circa 1600 AC. [5]

La diosa serpiente Minoana, del Palacio de Knossos, circa 1600 AC.

El nacimiento de una cultura europea, sin embargo, precede a la llegada de los Indo-Europeos: el arte de las cavernas de Lascaux, que algunos han identificado como el primer florecimiento del genio creativo el hombre occidental, fue el trabajo de europeos antiguos, como fue Stonehenge en el Norte y la cultura del Palacio Minoico de Creta en el Sur. Un simbolismo religioso pan-europeo ya había evolucionado, mucho del cual fue después incorporado en las mitologías IE, incluyendo varias adaptaciones regionales de la ubicua vieja reverencia europea a la Diosa Madre. Muchas de las principales figuras en la mitología griega preceden a la llegada de los arios, y durante el transcurso de la historia antigua, viejas creencias religiosas europeas y prácticas se reafirmaron continuamente.

Europa es Europa porque el conquistador y el conquistado fueron miembros de la misma raza blanca, diferentes ramas del mismo árbol familiar; India es un pantano de pobreza porque la masa de los conquistados, con los que los indo-arios finalmente se mezclaron, fueron vedoides no-Blancos. La lección es obvia. Incluso hoy en día los hindú de alta casta pueden todavía ser identificados por sus rasgos caucásicos y piel clara, y las partes más pobres y atrasadas de la India son generalmente las más oscuras.

Como acotación, estudios genéticos recientes han indicado que los vascos de Aquitania y los Pirineos son probablemente la forma más pura de europeos antiguos, dado que existieron antes de la llegada de los invasores Indo-Europeos. Evidentemente aparecieron desde las invasiones de Europa sin ser conquistados, y permanecieron suficientemente aislados para conservar su único idioma no-IE propio.

¿Cómo deberíamos llamarnos a nosotros mismos?

La historia de los arios, de la que lo anterior es un resumen necesario simplificado, no es solamente una curiosidad interesante; tiene importantes implicancias en cómo nos definimos a nosotros mismos. Un alemán, por ejemplo, es ario sólo en la medida que los habitantes originales de la antigua Alemania fueron conquistados por invasores que hablaron un idioma Indo-Europeo. En ningún sentido genético significativo puede ser llamado ario puro. Incluso en los tiempos de las invasiones Indo-Europeas de la Vieja Europa el término había perdido mucho de su significado original como nombre de un distintivo grupo étnico. Durante las migraciones sucesivas desde su patria, los arios han absorbido a otras poblaciones blancas y adquirido a menudo fisionomías distintivas, junto a lenguajes mutuamente incomprensibles (aunque relacionados).

La escritura racialista está a menudo contaminada por un nordicismo divisivo y una cuasi-mítica adoración de lo ario, el mismo Hitler utilizó “ario” y “nórdico” indistintamente. Pero al contrario de la creencia popular, los teóricos raciales nacionalsocialistas nunca afirmaron que los alemanes fueran arios ni que el grueso del pool genético germánico fuese ario. Argumentaron, en cambio, que los nórdicos eran más genéticamente arios que, por ejemplo, los italianos mediterráneos – una afirmación mucho más modesta que tiene la virtud adicional de ser cierta. La Europa del Norte fue escasamente poblada antes de las migraciones Indo-Europeas en ella, mientras que la Europa del Sur ya tenía una civilización existente y una población mucho mayor. Un alemán o sueco nórdico puede así con razón decir que es más ario que un griego o italiano del Sur, pero no debería molestarse en hacerlo, ya que la distinción es por ahora tan irrelevante que sólo sirve para dividir a los blancos.

Swastika-adorned bowl from Athens, c. 800 BC [6]

Cuenco adornado con esvásticas de Atenas, c. 800 AC.

Para que el término ario tenga alguna validez en el contexto contemporáneo, sólo puede referirse a miembros de las culturas europeas que surgieron de la interacción de invasores de habla IE (“aria”) y los europeos blancos que los precedieron. No puede significar arios propiamente tales, dado que tal pueblo, en estricto sentido, no ha existido por a lo menos dos mil años.

Una dificultad adicional a “ario”, incluso si es usado en este sentido amplio, es que éste todavía excluye a un buen número de pueblos que la mayoría de nosotros consideraríamos blancos. Además de que el euskera, finés y húngaro tampoco son idiomas Indo-Europeos, ni finlandeses ni húngaros son descendientes de un pueblo que hablara PIE. Sin embargo, ambos son obviamente blancos.

“Blanco” es así preferible a “ario” como nombre de la raza cuya existencia debemos asegurar, pero blanco es también imperfecto. Nunca deberíamos hacer fetiche de diferencias raciales menores, convirtiendo insignificantes gradaciones de “blancura” en una jerarquía de grados de pureza racial relativos. La mayoría de los italianos, griegos, y españoles son miembros de la rama mediterránea de nuestra raza blanca, y por lo general son algo más oscuros que los nórdicos. La mayoría de los judíos asquenazí son, a la inversa, más “blancos” que un griego promedio. Sin embargo, estos “blancos” son los principales subversores de la civilización occidental, mientras que griegos, italianos, y españoles están entre sus principales creadores.

Lo que realmente necesitamos es algún término clasificador que indique “pueblo no-judío de ascendencia europea”. Desafortunadamente tal término no existe. “Blanco” y “ario” son sustitutos aceptables sólo si entendemos sus deficiencias.

El nacionalismo racial euro-estadounidense se diferencia notablemente de los más étnicamente basados nacionalismos de Europa. En Europa las distinciones étnicas entre blancos son una valiosa herramienta política para preservar una “Europa de las naciones” contra las fuerzas de la globalización capitalista y la inmigración del Tercer Mundo. Pero en este continente somos – para bien o para mal, y yo pienso que para bien – una amalgama de diferentes etnias europeas, a pesar de nuestro indudable núcleo cultural y legal anglo-céltico. Es inevitable, aunque desafortunado, que bajo estas circunstancias a veces racialistas objeten entre nosotros sobre los exactos contornos de la categoría “blanco”, esto es, qué grupos étnicos son parte de nosotros y cuáles no. Sin embargo, lo que no puede ser discutido, por lo menos por ninguno que quiera ser constructivo sobre el movimiento racialista en este continente, es que todos debemos definirnos como euro-estadounidenses o perecer. De otro modo, somos simplemente una serie inconexa de grupos étnicos dispares, indefensos ante la consciente “coalición arcoíris” anti-blanca que busca enterrarnos a todos.